La huella ecológica es definida como “la superficie de tierra productiva o eco-sistema acuático necesario para mantener el consumo de recursos y energía, así como para absorber los residuos producidos por una determinada población humanan o economía, considerando la tecnología existente, independientemente de en qué parte del planeta esté situada esa superficie”.
(Wackernagel y Rees, 1996)
Sólo incluye la superficie ecológicamente productiva para usos humanos, excluyendo, por ejemplo, los desiertos y los polos. Se considera, por tanto, la superficie terrestre y marina que soporta la actividad fotosintética y la biomasa empleada por los humanos, tratando de estimar la magnitud del consumo humano que en la actualidad excede la capacidad de recuperación de la biosfera.
(Wackernagel, 1999)