Los restos de la época romana en Gijón se reducen a la pequeña parte excavada de las Termas en el subsuelo del Campo Valdés, extramuros del primitivo recinto, y a los indicios de muralla que lo circundaba. Sin embargo estas huellas aumentan considerablemente si nos adentramos por el territorio del actual concejo, con abundantes hallazgos en los lugares de Tremañes, Pumarín, Campa Torres, Bernueces, etc.
Las construcciones levantadas durante el Medievo, algunas de las cuales sabemos que aún se conservaban a comienzos del siglo XIX, han desaparecido totalmente en el transcurso de las últimas centurias. Ello se producía a la par que se iba acelerando el progresivo deterioro del espacio del primitivo Gijón, que hoy conocemos con el nombre de Cimadevilla, y del crecimiento territorial de la ciudad hacia el Mediodía.
Desde finales del siglo XV Gijón comienza a experimentar un continuo desarrollo espacial a través del paulatino aumento del territorio urbano. En ello jugarían un importante papel la construcción del puerto y la concesión de determinados privilegios reales. En la primera mitad del siglo XVII, el recinto urbano gijonés había adquirido una entidad considerable, extendiéndose extramuros formaba un arrabal al Sur de la actual Plaza del Marqués.
Será durante el siglo XVIII, al asentarse las bases de un esperanzador desarrollo, cuando se consolidan las funciones urbanas. Uno de los motores principales sería el mejoramiento de la dársena, el perfeccionamiento de las comunicaciones con la meseta y el fomento de la cultura, promovidas por el gran polígrafo gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos.
El crecimiento espacial del Gijón setecentista estuvo orientado por Jovellanos quien fue a su vez su mayor impulsor. A él se debe el “Plan de Mejoras” que, presentado como propuesta al Ayuntamiento en octubre de 1782, marcaría las líneas de expansión de la nueva ciudad y adoptaba los criterios racionalistas propios de la Ilustración. El proyecto jovellanista, pionero sin duda de los “planes de ensanche” decimonónicos, pese a no contar con un plano de trazados viarios ni de programa de realización, sirvió para encauzar el desarrollo espacial de Gijón durante los cien años siguientes al ser asumido de manera tácita por los regidores municipales, y su puesta en práctica supuso la gestación de una nueva ciudad. Las calles de Cabrales, San Bernardo, Merced, Instituto, Enrique Cangas, Moros, etc., todas en dirección Este-Oeste, siguen perfectamente las indicaciones marcadas en el plan jovellanista, en el que, como centro del nuevo espacio urbano se preveía también una plaza- La actual plaza del Instituto- y se localizaba la puerta de la Villa en el comienzo de la carretera de castilla-impulsada también por Jovellanos- al final de la entonces llamada calle Ancha de la Cruz de las Hulegas, en los terrenos que hoy ocupa la plaza del seis de Agosto.
Moisés Llordén Miñambres